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El paso 1 trataba sobre crear el contexto para el cambio, prepararse para que el cambio ocurra definiendo qué debe cambiar y por qué. El paso 2 trata de determinar a quién le importa realmente (o debería importarle) el cambio y por qué. En muchas conversaciones con compañeros en varias empresas en las que he trabajado, existe un “ellos” difuso y étereo involucrado (a veces incluso un “ellos” explicito y concreto): los procesos no pueden cambiarse porque “ellos” no nos dejarán, o porque alguien que ocupa un puesto determinado de mando no permitirá que el cambio se ejecute. En el paso 2 hace falta establecer un enlace entre el comportamiento (“qué”), la razón por la que debe cambiar (“por qué”) y quién necesita entender que el cambio es necesario. Así de simple… aunque si realmente fuera tan simple, no habría ninguna inercia a la que sobreponerse, ¿no?
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Los mecanismos alrededor de esa cuestión incluye hacer llegar la información correcta la persona indicada en el momento preciso, que es lo que determinamos que debía cambiarse en el paso 1 y las razones por las que debe cambiar. Sin contexto, sin razones sólidas y concretas, nadie sensato querrá cambiar nada, porque apoyandolo en justificaciones débiles esos deseos de cambio pueden ser considerados un capricho. Por eso mismo, con contexto, nadie sensato se opondrá a cambiar. En casi todas las empresas en las que he trabajado, mis compañeros culpabande la inercia corporativa a la poca voluntad de cambio de la Dirección, cuando el problema a menudo era que no se había tenido en cuenta a la persona adecuada para crear el contexto, o que la información precisa no se había entregado a la persona que la necesitaba. Y además, no sólo se trata de hacer llegar esa información a la gente adecauda, sino asegurarse de que esa gente tiene intención (o se les puede convencer de que lo hagan) de usarla. En un artículo de Gartner (Use a ‘Friendly’ Approach to Organizational Change and Application Process Improvement”), sugieren trabajar primero con los amigos porque eso ayudará a que el consumidor de la información se incline a usarla, así que conviene no desperdiciar la oportunidad de predicar al respecto si una conversación frente a la máquina del café deriva en el rollo de “necesitamos un cambio…”.
Crear diagramas del contexto y hacer análisis RACI (Responsible, Accountable, Consulted and Informed) son puntos clave, y algunos pasos podrían ser:
- Primero: considerar el proceso en cuestión
- después, considerar al consumidor del proceso y cómo evaluará los resultados
- finalmente, considerar al proveedor del proceso y cómo evaluará los resultados; aquí se puede incluir a los consumidores directos y a los proveedores (y sus jefes)
Esto es básico: es crucial llegar a la mayor parte de altos directivos (aunque en otros casos el objetivo del cambio serán los cargos intermedios). A veces ocurre que las personas que ejecutan un proceso y sus jefes reconocen el contexto para el cambio, pero la necesidad de cambio no se ha mostrado de manera explícita a los que pueden (y deben) dirigir el cambio. En cualquier caso, en este punto sólo hablamos de la persona que debe aprobar o dirigir el cambio, sea cual sea su cargo.
En el paso 3, si se ha conseguido la atención de los que deben dirigir el cambio (y como es muy mala idea escalar un problema sin acompañarlo de una solución), se debería definir de manera precisa qué hay que cambiar (y no vale decir simplemente “los procesos”…).