Cuando un cliente contrata a una compañía como la mía un servicio de outsourcing de su departamento TI, siempre llegan con preguntas sin contestar o problemas que necesitan resolver, raramente piden que mantengamos las cosas exactamente como están alegando que su organización y sus procesos funcionan perfectamente. Después de todo, cada organización tiene puntos dolorosos y casi todos los jefes y directivos intentan mejorar sus organizaciones…
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En el curso de la relación con el cliente, sugerimos cambios que pueden usar para mejorar la forma en la que hacen ciertas cosas, para mejorar los problemas reportados; y es entonces cuando nos despliegan el abanico de tópicos y excusas que incluye:
- “Las cosas no funcionan así aquí”
- “Intentamos algo parecido hace unos años, pero no funcionó…”
- “La realidad aquí es que…”
“Realidad”… la realidad, basicamente, define “lo que es”, o al menos, la forma en la que se percibe que es, pero, abstrayendonos, la realidad es una combinación de políticas y procesos escritos y de patrones de conducta implícitos, que no están escritos, pero que definen la forma en la que la organización piensa y actúa, lo que podríamos llamar modelos mentales. La realidad es real, y con la realidad viene la inercia, que es la tendencia de una organización a continuar como está. El cambio es difícil a todos los niveles, tambien a nivel personal, y la inercia de la organización puede pisotear muchas ideas nuevas.
Cómo sobreponerse a la aplastante inercia de la realidad? Empecemos por el paso 1.
Paso 1: define la realidad, qué va mal y cómo puedes demostrarlo
Muchos procesos de cambio comienzan definiendo “lo que es”, o sea: la situación actual, como en la Mejora Continua del Servicio de ITIL, en el que el primer paso sería contestar a la pregunta “¿dónde estamos ahora?”. Estos marcos de trabajo empiezan midiendo el desempeño de la organización de forma que les permita compararlo después en una escala de rendimiento, y poder realizar un gap analysis para evaluar la distancia entre el “donde estamos” y el “dónde queremos estar”. Se definen y se usan indicadores clave de desempeño (KPI) que determinen qué hay que mejorar y evaluar después la mejor forma para cambiarlo, o detectar proactivamente cuando el rendimiento de un proceso empieza a degradarse.
En cualquier caso, estos procesos verticales proactivos están implantados en organizaciones que son ya mucho más maduras que sus competidores y que están al tanto de la necesidad de seguir madurando. El contexto para el cambio ya existe en ellas y aprovechan la ventaja competitiva que les brinda la situación; ¿qué pasa con la mayoría de organizaciones (españolas o no)? El contexto para el cambio no existe en ellas y la necesidad de cambio sólo surge como reacción a un disgusto, que puede ser un gran cliente cancelando su contrato o el fracaso de un proyecto plurianual y multimillonario… o cuando un partner le dice a la organización que debe ser mejor “o si no…”.
El contexto para el cambio es crucial, pero muchas organizaciones no lo crearán porque no tienen KPIs o marcos de trabajo que les proporcionen mediciones, porque existe una gran diferencia entre “lo que es” y “lo que está mal”; esta diferencia se debe mostrar y explicar muy claramente a la Dirección, y la única manerla de hacerlo es en su lenguaje, con mediciones y con cifras; si no las hay, el gap analysis quizás sea útil. Y si no existe nada de nada a lo que agarrarse… siempre se puede apuntar a los puntos dolorosos (temor a catastrofes, quejas de clientes, perdida de contratos, ridículo público, escándalo en la prensa, mala imagen de la compañía…).
Existe otro factor común en estas organizaciones: las cosas se hacen de cierta manera pero nadie sabe ciertamente por qué ni desde cuándo, e intentar cambiar eso te puede volver loco; intentar cambiar comportamientos implícitos, no escritos, los que están fundamentados en el “aquí lo hacemos así” es, de lejos, mucho más difícil que cambiar procesos explícitos (es decir: escritos). Así que poner por escrito cómo se hacen las cosas, aunque se hagan mal, es el primer paso para intentar cambiarlo. Esto forzará la revisión de los procedimientos y procesos empleados en la empresa y conducirá a la reflexión sobre ellos a los agentes implicados. Este paso, desde luego, suele generar rechazo por parte de los que ejecutan esos procesos porque se sienten fiscalizados, interrogados sobre su trabajo y su desempeño. Y están en lo cierto, pero el objetivo no es condenarles, simplemente dejar claro qué se está haciendo mal y crear la ocasión para mejorarlo.
Así, los pasos cruciales para crear el contexto para el cambio requieren correlacionar los resultados actuales con el comportamiento, y el comportamiento con la causa. Resumiendo:
- evangeliza y muestra los datos del desempeño actual de la organización como si fueran los 7 pecados capitales; puedes dar el empujoncito que necesitan a los que ya piensan dentro de la organización que es el momento del cambio; si la organización es del mundo TI, sin duda, hazte apóstol de ITIL y confía en su reputación -es merecida.
- pon por escrito los procesos tal y como se ejecutan a día de hoy; eso obligará a los agentes implicados a revisar cómo se están haciendo las cosas y contemplar la realidad tal cual es; sin duda, eso les llevará a desear el cambio
- asusta a la Dirección; muestrales a dónde puede conducirles la falta de madurez de la organización; hablales de catastrofes destruyendo el centro de datos y parando el negocio durante semanas (no sólo terremotos o atentados terroristas: una tubería rota sobre el techo del CPD ya es una catástrofe); hablales de salir haciendo el ridículo en “5 Días”, de clientes eligiendo a otro proveedor; especialmente, de esos clientes fieles durante años que finalmente deciden no renovar su contrato…
Muy pronto aquí, el paso 2: a quién le preocupa (o debería preocuparle) el cambio y por qué.